El Salmón vuelve a tocar este año en Buenos Aires y es una buena oportunidad para hablar sobre sus canciones. A continuación, una selección subjetiva (y por lo tanto, arbitraria) realizada por la redacción de ArteZeta de los 20 mejores temas de su carrera, que incluyen -además de los solistas- canciones compuestas para Los abuelos de la nada y Los Rodríguez.

20. “A los ojos”- Buena suerte (compuesta junto a Ariel Rot para Los Rodríguez, 1991)

El riff filoso de “A los ojos” abre el debut Buena suerte y Los Rodríguez se presentan ante el mundo cubiertos con una pátina de rock clásico: después llegarían los irresistibles coqueteos flamencos, algún reggae y buenas baladas, pero acá las guitarras de Ariel Rot y Julián Infante disparan fuego a cada lado del estéreo en la misma forma en que lo hacen Keith Richards y Ron Wood en los Stones. Casi como creando una escena cinematográfica (“Sin decir una palabra/ casi sin decirnos nada/ sin mirarnos a los ojos”), Calamaro parece hablar del momento justo en el que una relación se quiebra y ya no hay vuelta atrás, cuando en un encuentro flota la sensación del final y ninguno se anima reconocer lo inevitable. En el medio de la canción Rot regala un solo que sirve para describir su perfil de violero elegante, pero casi tan importante como las guitarras es el arreglo coral que funciona como gancho: la melodía construida con esos “oh” que quedan grabados en la memoria. Matías Roveta

19.“Donde manda marinero”- Alta suciedad (1997)

“Una canción es el pensamiento de alguien, tiene que ser lo suficientemente heroica para dar la sensación de poder detener el tiempo por un instante” supo decir Dylan en los días que el “Rodrigazo” iberoamericano llegaba a su fin. En estado de gracia y ebullición, Calamaro toma estas palabras como norte y graba en Nueva York el álbum con título tentativo de La otra cara del novio del olvido con la producción de Joe Blaney y un dream team mundial de sesionistas. En el folk mid-tempo de “Donde manda marinero”, AC retoma la herencia de los viajes maestros del Nebbia de “La balsa” o “Solo se trata de vivir” y la insatisfacción punk de Sumo en “Lo quiero ya”. “No sé que quiero/ pero sé lo que no quiero/ sé lo que no quiero/pero no lo puedo evitar” proyecta la falta de satisfacción originaria de la poesía rock, su angustia existencial, vital y bohemia. Sobre la identificación de sus versos, el autor dijo: “El truco es escribir en primera persona para que cada uno escriba su autobiografía con mis canciones, ¡sí las entienden!”. La exquisita coda final con la guitarra solista de Marc Ribot, colaborador de Tom Waits, corona una canción que parece estar escrita desde siempre. Leonardo Ojeda

18. El día mundial de la mujer – Honestidad brutal (1999)

“¿Quién escribirá la historia de lo que pudo haber sido? / Yo que soñaba despierto ya no sueño dormido”. Así comienza Honestidad Brutal, quizás el mejor disco solista de Andrés Calamaro. El año es 1999, el agotador siglo se termina para el Cantante con una nostalgia de distorsión y estas dos estrofas terribles. Todos los instrumentos parecen pelear por el protagonismo, como una carrera de perros. Para el resto de la letra –entre las alusiones a un hombre que se desconoce cada vez más, símbolo tal vez de la disgregación total de Calamaro con su alrededor- quien escribe alguna vez escuchó una interpretación arriesgada pero quizás por eso tan atractiva: la mujer mundial es un travesti. Sebastián Rodríguez Mora

17. “Pasemos a otro tema”- Nadie sale vivo de aquí (1989)

La canción comienza con él cantando, así, directo, sin preámbulos: “Pasemos a otro tema/ no quiero hablar de eso/ la casa está vacía y fría”. Los ’80 los podemos notar en la suavidad de la voz de Calamaro, que denotan los 28 años que tenía en ese momento. Se trata una canción de derrota, hay algo que se perdió y no hay forma de remediarlo: “Ella es tan formal/ que nunca me va a perdonar”. Nadie sale vivo de aquí marca un momento de búsqueda del santo grial calamarense: la canción de desamor perfecta. Este disco se ubica en una etapa posterior a Los abuelos de la nada y antecesora de Los Rodríguez. Podemos distinguir en sus composiciones una necesidad de consolidación como cantautor y las claves para entenderlo: rima constante y letras que siempre encajan en el tempo aunque las métricas nos hagan temer lo contrario. A medida que avanza la canción canta “y una frase del Abuelo/ el lugar se cubrió de pedazos de cristal”. Ahí hace referencia a Miguel Abuelo (que falleció un año antes, en 1988, hecho que lo marcaría a fuego) y a una frase que siempre le envidió de la canción “Medita sol” de Los abuelos de la nada: “Cada estrella es otro sol/ cada hombre un soldador/ uniendo las partes rotas/ del gran espejo interior”. Luego repetiría esta idea en los versos de “Con Abuelo” en Honestidad brutal. Hete aquí la melancolía, que pocos pueden transmitir sin impostar, y el carácter humano, esa esencia que AC construye a la perfección. Ayelén Cisneros

16. “Ni hablar”- Nadie sale vivo de aquí (1989)

Aunque Nadie sale vivo de aquí aparece al final de la década del ochenta (“la casa estaba en orden”, el estallido inflacionario y el exilio español a la vuelta de la esquina), se trata del primer álbum en donde el ex Abuelo de la Nada manifiesta un estilo que marcaría su identidad artística. Según Rodrigo Fresán el disco “cristaliza lo que insinuaba en Por mirarte: una forma particular de entender el estado de las cosas, asimilarlo y entenderlo; y un habilísimo manejo del tempo dramático”. Con la complicidad de Ariel Rot y Gringui Herrera en guitarras, en “Ni hablar” la marca compositiva que hoy entendemos como canción calamariana aparece con frescura, inspiración y la convicción del poeta fértil dándose a conocer. Los amigos ausentes (“extraño a los amigos que no están conmigo”, a poco tiempo de la partida de Miguel Abuelo y Luca Prodan) y la estación de tren como imaginario rock atemporal (“Hace frío en el andén y ahora sigo hablando solo“) en uno de los temas que delinearon una formidable forma de hacer canciones. L.O.

15. “Dentro de una canción”- Bohemio (2013)

Andrés Calamaro a lo largo de su discografía hizo varias referencias a su condición de songwriter fértil y prolífico, pero pocas veces logró el nivel de emoción de “Dentro de una canción”: un sentido relato sobre el poder mágico de una canción y el arte de escribirla. El marco sonoro está montado sobre unas ráfagas distorsionadas y punteos de unas guitarras con ciertas reminiscencias western, junto al aroma de country rock que caracteriza en buena medida a Bohemio (acá acentuado por el llanto melancólico de una steel guitar), y desde allí el cantante va analizando las posibilidades que puede contener una canción: brindar con alguien, besar a una mujer, estirar la cuerda del hambre y hasta volar en una alfombra. Pero lo interesante de la letra es que pareciera jugar sobre la idea de hacer convivir dos mundos posibles: por un lado los sentimientos del autor plasmados en la obra, pero también los recuerdos de quienes pueden usar las canciones como banda de sonido de sus propias vidas. Además, una de esas frases de Calamaro para recordar: “Dentro de la propia sombra de una canción está la vida”. M.R.

14. “Cuando te conocí” – Honestidad brutal (1999)

Calamaro escribió “Cuando te conocí” en un avión mientras leía la letra de “Tangled Up In Blue” de Bob Dylan y después, según sus palabras, se estrelló.  Es claro que se tratan de dos canciones hermanas, la temática es similar: un recuerdo de un amor, de esos esquivos, jodidos y un tipo envuelto en la tristeza: “y en el fondo es/ tan hondo mi dolor/ porque me voy, y no se puede cambiar/ de corazón como de camisa/ sin perder la sonrisa”. Ya es sabido que la génesis de la canción calamaresca radica en el desencuentro y se sostiene en lo catártico. Existen varias maneras de interpretar la metáfora “después me estrellé”, la más exacta quizás es que se inmoló cual kamikaze. Algo que siempre hizo el Salmón, inmolarse por una causa, por la expresión. Dejar todo en una canción. Joel Vargas

13. “No son horas” – Honestidad brutal (1999)

Autocita a una canción añeja -“Me olvidé de los demás”-, despecho entonado con elegancia dark y poesía de la más cruda. Una pieza genuina del Calamaro circa 99-2000 y a la vez una forma musical anómala, fuera de su canon sonoro (ese formato de canción que remite directamente a AC, aunque el hombre haya visitado y revisitado una paleta amplísima). Puente imaginario entre Los Rodríguez -en su costado más gitano- y el soberbio y eufórico -sutil pero eufórico, sí, escuchen ese canto- El cantante, “No son horas” es difícil de definir genéricamente -ni una chacarera ni una rumba flamenca- pero fácil de saborear. Quizá por su olor a tierra; quizá por su prepotencia, basada en la repetición de esa hermosa fotografía: “y si te falta una imagen quiero que me recuerdes así/ con el viento en las velas”. En el medio, el varón reconoce pifias cual Dylan en “Idiot wind” pero retruca, seguro de sí, “no sientas ni un segundo más de lástima por mí que me voy a levantar” (Maradona, un aliado de aquellos días, espetó a Sanfilippo un antológico “lástima, a nadie” en el circo televisivo). El medidor de pija explota con aquello de la grandeza y las “multitudes que me esperan afuera”. En fin: el despecho y el perdón, una dupla paradójica a la hora de ser honesto, brutal y hacer canciones que detienen el tiempo. Santiago Segura

12. “Me arde”-  Alta suciedad (1997)

“Estaba hablando con la hermana/ de una chica colombiana/ dormían en camas separadas/ tomando un capuchino/ era el año nuevo chino/ en un restaurante argentino/ (con empanadas y vino)/ el problema es que la nena era linda/ pero buena gente/ y me tocó la frente”. Quizás esta sea la rima más fácil de recordar de AC porque rompe al medio a la canción. Es la clave del éxito. La vuelve vertiginosa, verborrágica y pegadiza al extremo. Un periodista colombiano lo interpeló: “¿Cuál es el origen de “Me arde”?” Él contestó: “¿Qué se yo? Uno se vale de una imagen para inventar una escena o una serie de frases (…) Valerse de todo es una de mis técnicas para escribir canciones”.  Todo dicho. J.V.

11. “Dulce condena”- Sin documentos (compuesta junto a Ariel Rot para Los Rodríguez, 1993)

A principios de los dos mil, los nicks del MSN contenían algunas frases claves del rock. “Dulce condena” (sumada a estrellas o corazones) rankeaba alto entre ellas. ¿Cómo una frase de una canción se convierte en un discurso masivo? En principio, tiene que tocar alguna fibra. Esa es la capacidad compositiva de Calamaro, saber conmover y de esta forma lograrse un espacio en la memoria emotiva y colectiva. Tanto es así que fue la cortina de una telenovela chilena. “No importa el problema, no importa la solución, me quedo con lo poco que queda entero en el corazón, me gustan los problemas, no existe otra explicación” reza la oda al masoquismo en un estribillo in crescendo. En este tema hay unas guitarras con acordes que acompañan la letra y frases que no se pueden dejar de cantar. Tiempo después, “Dulce condena”, a partir de la interpretación de Fabiana Cantilo, se transformó en una de las fórmulas de la catarsis en los karaokes de amigos. A. C.//∆z

20 canciones definitivas de Andrés Calamaro (Parte II)